Children & Old

Vivir a-isla-do

domingo, 8 de enero de 2012

Detrás de las cortinas asomaba un chiquillo su mano para pedir un poco más de chocolate al abuelo que se encontraba sentado en el sofá. El chaval, que no tenía más de seis años, quería seguir jugando con él un poco más antes de irse a la cama. Nunca se iría más tarde de las diez, le solía advertir su mamá, pero ese día ya pasaba media hora del plazo asignado y su abuelito no le regañaba para que se diera prisa en lavarse los dientes y ¡venga, a la cama!
Se había dormido profúndamente viendo la última serie que daban por la televisión. Le gustaban las de amor, porque según comentaba le recordaban a la abuela cuando los dos de jóvenes paseaban agarrados de la mano soñando con ese futuro incierto que acompaña a los recién casados. Hoy tenía suerte porque hasta que no llegara su padre de trabajar podía jugar en su habitación.
Cansado por la excitación se durmió y al levantarse a la mañana siguiente vio a su mamá muy triste siendo consolada por varias personas que no conocía, a su padre hablando por teléfono con las tías que vivían muy lejos, pero su abuelo no estaba por ningún sitio y aunque intentó encontrarlo no pudo volver a verle.
Durante algún tiempo nadie quiso hablar de lo que pasó aquel día en el que todos estaban tristes. Más tarde nadie se acordaba de aquello porque todos hacían lo mismo, vivían al mismo ritmo y con la misma alegría.
Un día viendo una novela de amor en la televisión el niño se acordó del abuelo, un buen abuelo.