Salió de casa pronto, de mañana, todas las mañanas salía pronto. Llevaba un leve vestido trasparente de color dorado, enseñando los blancos muslos al compás de sus caderas, suaves y aterciopeladas. Su perfume viajaba por el aire hasta aquel banco de madera desgastado por las personas anónimas que allí se sentaban, y donde todas las mañanas un viejo enfermo permanecía atento a sus andares.
Una de esas mañanas aquel viejo apareció muerto tumbado sobre el banco, con su pantalón humedecido a la altura de la bragueta y con una nota en su mano en la que se leía " te corresponderé".
Esperemos que llegara a corresponder lo que una vez sintió detrás de su bragueta humedecida.
ResponderEliminarSaludos amigo.
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¡Buenísimo! Me ha gustado mucho. Y la imagen del título del blog, también.
ResponderEliminarUn beso.
Muy buen relato breve. Viendo en tus letras a esa muchacha repartiendo sensualidad a su paso, se comprende al viejo. Habrá pensado ¡Qué me importa si me muero! Ahora más allá del juego de palabras, como la va a corresponder no lo se. Abrazo
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