Confundidos entre el azul y gris del cielo,
aparecen largos y ramificados seres inmóviles
que mirando desde la base del asfalto
tocan con sus puntas la uniformidad del espacio,
y desde la altura, siembran de metal las ciudades,
recogiendo las ondas que circulan perdidas
en busca de miradas oscilantes y perversas.
Otros seres acompañan a estos en su soledad perpetua,
de formas diferentes pero con los mismos fines,
rompiendo la alineación erecta del paisaje,
empobrecido con ropajes no acordes con su destino.
Al final de esta apariencia rígida,
aprisionadas entre paredes de piedra y ladrillo,
se encuentran formas de cuatro lados,
que albergan en su interior imágenes de colores,
fracturando la tranquilidad espesa y húmeda
de las ciudades que habitamos.
Hola, vine a conocerte y agradecerte por tu visita a mi blog. Me encantó tu espacio y tu poesía. Si pemites, te sigo.
ResponderEliminarSaludos cordiales,
Aída